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Salud Mil 2025; 44(1):1-12. https://doi.org/10.35954/SM2025.44.1.4.e402. e-ISSN 1688-0633.
Acné fulminans
Sin embargo, este síndrome no es especíco
del AF, ya que también es referido en los casos
de acné conglobata, ni tampoco la ausencia de
síntomas dermatológicos descarta su diagnóstico.
En forma aislada, también se reporta como parte
del síndrome PAPA, que incluye la presencia de
artritis piógena, pioderma gangrenoso y alguna
de las formas de acné severo.
En lo que respecta a lo psicoemocional, hay
autores que vinculan la presencia de AF y sus
secuelas con el denominado trastorno dismórco
corporal (TDC), que lo denen cuando el paciente
pasa 2 o más horas preocupado por su apariencia
y asociado a gran componente de angustia.
En cuanto al diagnóstico paraclínico, la elevación
de los leucocitos y la velocidad de eritrosedimen-
tación es el hallazgo más frecuente en los casos
publicados, con una incidencia mayor al 87,5%.
Algunos autores reeren una reacción leucemoide
a predominio de polimorfonucleares y alteraciones
de las otras series. Suelen ser negativos los
cultivos de piel, líquido sinovial o hemocultivos y la
dosicación de anticuerpos contra los gérmenes
más comunes de la piel (3-5).
Sin embargo, según Duchatelet junto a otros
autores dicen que la microbiología no ha sido
estudiada en forma extensa con cultivos
prolongados ni con distintas expresiones
genómicas. Ellos analizaron el caso de un paciente
con AF e hidrosadenitis (HS) concomitante, y
rearman como concepto que el AF podría ser
una forma de HS en topografías no habituales.
Se basan en la presencia de una ora comensal
similar en ambas afecciones, identicada en los
cultivos del paciente analizado y conrmado por
estudios genómicos. Además de que el único
plan ecaz de tratamiento para este caso fue
la asociación de antibióticos dirigido a ambas
patologías. La coexistencia de AF e HS asociados
a la presencia de espondiloartropatía, se engloba
dentro del síndrome PASS (pioderma gangrenoso,
acné, HS y espondiloartritis).
DISCUSIÓN
El AF es una enfermedad de baja prevalencia.
En base a una revisión previa del autor Gutiérrez-
Meré y colaboradores, donde analizaron 91
artículos, se reportaron 212 casos de AF hasta el
año 2022.
Esta patología afecta con mayor frecuencia a
hombres adolescentes de 13 a 22 años caucásicos
y con antecedentes de acné vulgar previo, que
suele estar presente de forma leve hasta un año
antes de la aparición de los síntomas agudos.
En cuanto a las manifestaciones clínicas cutáneas,
se describe el desarrollo súbito de nódulos doloro-
sos al tacto, acompañados de un componente
inamatorio local importante, en ocasiones
hemorrágico, que determina la aparición posterior
de costras y úlceras con restos necróticos, y que
evolucionan luego a la cicatrización.
Los comedones aunque poco comunes permiten
diferenciarlo de otras patologías dermatológicas.
Las lesiones se topografían en la parte superior
del tórax y hombros, más raramente la cara.
El 86,4% de los pacientes con AF, presentan
síntomas sistémicos, que suelen estar presentes
desde el inicio del cuadro. La ebre es la
manifestación más frecuentemente asociada,
seguida por síntomas músculoesqueléticos,
predominantemente artralgias de grandes
articulaciones, como las iliosacras y rodillas,
determinando una marcha dolorosa. Se describen
incluso, lesiones óseas osteolíticas asépticas,
activas en las gammagrafías, sobre clavícula,
esternón y huesos largos. También se han referido
síntomas diversos como hepatoesplenomegalia,
miositis o escleritis posterior, pero su incidencia
es baja. En algunos reportes de casos, se incluye
al AF dentro del espectro de otras enfermedades
autoinamatorias, entre ellas dentro del síndrome
SAPHO, por la asociación de las manifestaciones
dermatológicas del AF con trastornos especícos
musculoesqueléticos del tipo sinovitis, hiperostosis
y osteítis (3).