HOMENAJE
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Fernando Mañé Garzón
Médico, zoólogo, historiador (1925-2019)
Recibido para evaluación: Setiembre 2019
Aceptado para publicación: Octubre 2019
Correspondencia: 21 de setiembre 2713. Apto. 401. C.P. 11300. Montevideo, Uruguay. Tel.: (+598) 27101418.
E-mail de contacto: asoiza@adinet.com.uy
Médico. Miembro del Instituto Histórico y Geográco del Uruguay.
Miembro de Honor y ex presidente de la Sociedad Uruguaya de Historia de la Medicina.
http://dx.doi.org/10.35954/SM2019.38.2.1
Dr. Augusto Soiza Larrosa
https://orcid.org/0000-0002-3924-9976
Fernando Mañé Garzón no fue médico del Hospital
Militar. Muchos de sus discípulos y colegas pres-
taron (y prestan) servicios en el Departamento de
Pediatría. Su padre, Alberto Mañé Algorta fue de-
signado en 1912 por el entonces presidente de la
República, José Batlle y Ordóñez, médico ciruja-
no de Sanidad Militar, en cuyo Hospital Central
desarrolló la mayor parte de su actividad, llegando
a ser el Director General de dicho hospital y el
Jefe del Servicio de Cirugía. Desde 1925 el Con-
sejo Directivo de la Facultad de Medicina, siendo
decano el Dr. Manuel Quintela, le designó Profe-
sor Libre de Clínica Quirúrgica, impartiendo dicha
enseñanza en su servicio del Hospital Militar, don-
de formó numerosos discípulos. Su hijo Fernando
no dejaba de evocar estos antecedentes y guardó
siempre un cálido recuerdo y sincera simpatía por
el Hospital Militar. La revista Salud Militar se pres-
tigia al albergar en sus páginas una semblanza
del prestigioso médico e historiador recientemen-
te desaparecido.
El Académico Prof. Dr. Fernando Mañé Garzón
falleció en Montevideo el 23 de enero de 2019
un día antes de cumplir los 94 años. Fue uno de
los tres grandes de la historiografía de la medicina
en el Uruguay; los tres fueron médicos y profeso-
res de la Facultad de Medicina de Montevideo: el
higienista Rafael Schiano (1881-1955), el citohis-
tólogo Washington Buño (1909-1990) y el pedia-
tra Fernando Mañé Garzón (1925-2019). Dejaron
obra escrita e impresa que cubre prácticamente
la historia de la medicina y ciencias anes desde
los orígenes del territorio oriental hasta la mitad
del siglo XX.
La vocación cientíca en Mañé, y su progresiva
inclinación hacia la historia de la ciencia no surgió
de súbito. Fue la consecuencia inevitable de su
ciclo vital, la inuencia de su historia familiar y de
su periplo por el mundo de la biología. Incluso de
sus frustraciones.
Figura 1. Fernando Mañé Garzón. En el hospital Pedro
Visca (Arch. Ricardo Pou Ferrari).
“Me pasé la vida tomando apuntes de personas, he-
chos e instituciones; atesorando bibliografía de difícil
conservación. Siempre se lo digo a mis alumnos: la
mejor forma de hacer ciencia es conociendo su historia”.
Fernando Mañé Garzón
(Noticias 2019 del Museo Histórico Nacional
nota necrológica, 27 de enero de 2019)
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Fernando Mañé Garzón
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Autobiografía (con datos complementarios)
En el tomo XXX de la Revista del Instituto Histórico y
Geográco del Uruguay, redactó una breve síntesis
autobiográca. Nació en Montevideo en 1925 (24
de enero). Vivió en el barrio de los Pocitos (Avda.
Brasil y Chucarro). Su madre fue María Herminia
(Hortensia) Garzón Casaravilla (1887- ?) y su
padre, Alberto Mañé Algorta (Montevideo, 1884-
1960). Fechado el 6 de mayo de 1999, Fernando
Mañé me entregó la biografía que había redacta-
do sobre su padre y que personalmente le había
pedido. La acompañó con una tarjeta de visita que
decía “Como le prometí aquí va una semblanza
de mi padre. A. Fernando Mañé Garzón”. Con
datos complementarios la publiqué en la revista
Salud Militar.
Pese a no haber sido médico del Hospital Militar,
Fernando Mañé Garzón estuvo indirectamente li-
gado al mismo por la historia de su padre, cirujano
del hospital e indirectamente a través de Eduardo
Blanco Acevedo, también cirujano y como aquel,
director. Conservó siempre un recuerdo afectuoso
de esa institución.
Su padre Alberto Mañé fue médico y cirujano
“por inuencia de su tío” decía su hijo Fernando,
aludiendo al médico uruguayo Germán Segura
Villademoros (1839-1901). Se hizo cirujano con
destreza en tórax, cavidad prácticamente veda-
da a la cirugía en su época, y le practicó pun-
ciones torácicas (neumotórax terapéutico) a la
hija de José Batlle y Ordóñez, Ana Amalia Batlle
Pacheco afectada por una tuberculosis terminal
en asistencia del profesor Juan Bautista Morelli
(Artena, Italia, 1868 - Montevideo, 1947). Morelli
había sido médico voluntario en la revolución del
partido blanco de 1904, opositor al presidente de
la república José Batlle y Ordóñez, apresado y
connado por éste en el presidio de la Isla de
Flores. No obstante lo cual no impidió que le lla-
mara personalmente para asistir a su hija. Morelli
fue acompañado por Alberto Mañé.
Su hijo Fernando dejó una excelente biografía del
dico Juan B. Morelli donde relató de primera
mano la serie de neumotórax terapéuticos que su
padre le practicó a la enferma.
Alberto Mañé, políticamente afín al partido colo-
rado, fue Ministro de Relaciones Exteriores del
gobierno de Gabriel Terra y Ministro Plenipoten-
ciario del Uruguay en París (no había entonces
embajada) y ante la Sociedad de las Naciones
(Ginebra) entre 1936 y 1938, al lo de la segun-
da guerra mundial.
Su hijo Fernando cursó la enseñanza primaria
(1933) en el Colegio de la Sagrada Familia, don-
de Eduardo Gilberto Perret (más conocido como
H.D., el Hermano Damasceno, Saboya, 1874 -
Montevideo, 1957) fue Director entre 1914 y 1924.
Le dedicará muchos años después una semblan-
za destacando el valor de su obra histórica. Con
11 años partió a Francia con su familia al acceder
su padre a la representación diplomática; apren-
dió allí el idioma francés como segunda lengua y
adquirió su francolia. Durante esos años en París
conoció al periodista y escritor Eugenio Garzón
Furriol (Entre Ríos, RA, 1849 - París, 1940) en su
apartamento de la rue Daru o cuando venía de
visita a la legación uruguaya en la Avenue Víctor
Hugo, próximo al Arco de Triunfo.
Cursó estudios secundarios en París, y al retornar
a la patria en 1939 los nalizó en el Liceo Francés.
Los estudios médicos los hizo en la Facultad de
Medicina de Montevideo a la que ingresó en 1946,
graduándose en 1954.
En forma paralela a los estudios médicos co-
menzó una vocación hacia las ciencias básicas.
Asistió al Laboratorio de Ciencias Biológicas (un
laboratorio creado en 1927 en la Inspección Téc-
nica del Consejo de Enseñanza Primaria para el
recién retornado de España, el maestro Clemente
Estable como director) en una precaria condición
edilicia en la Avenida Millán 3872 (luego trasla-
dado en la misma avenida al 4096) inicialmente
pensado para la preparación de material didáctico
para las escuelas. Mañé, aún adolescente, armó
Publicación de la D.N.S.FF.AA.
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haber frecuentado en aquel romántico laborato-
rio a los pioneros de la investigación biológica en
Uruguay: Clemente Estable (1894-1976), Ergasto
Héctor Cordero (1890-1951), un médico recibido
con una tesis sobre protozoos ciliados del agua
dulce (1918), y biólogo formado en Alemania
(1922 a 1924) quien le impulsó hacia el estudio
de los invertebrados, y José María Martínez, el
ayudante de Estable. Ya instalado el Instituto,
conoció al citogenetista Francisco Alberto Sáez
(1898-1976), quien cesado su cargo en Argentina
durante el gobierno de Juan Domingo Perón (1947)
fue invitado por Clemente Estable como investiga-
dor. Fue Sáez quien tal vez le abrió el escenario de
la genética. Esos fueron los cuatro mosqueteros
de la incipiente biología uruguaya como recorda-
ría el propio Sáez. En 1944 se había colocado la
piedra fundamental de un edicio propio sobre la
Avenida Italia, levantado y equipado con ayuda
de la Fundación Rockefeller como un centro de
investigación biológica avanzada; es el actual Ins-
tituto de Investigaciones Biológicas (creado por
Decreto-ley del año 1943) que lleva el nombre de
Clemente Estable.
Fernando Mañé casó apenas graduado con Elena
Lezica Vaeza en 1954, argentina radicada con su
familia en Montevideo durante el gobierno de Juan
Domingo Perón (dos presidencias entre 1946 y
1955). Tuvo con ella seis hijos (cinco mujeres y
un varón). Su esposa le antecedió en el tránsito.
En París
Graduado y casado retornó a París becado por
la Universidad de la República y por el gobierno
francés, pues “a mí nunca un laboratorio me pagó
un viaje” dijo. Había decidido perfeccionarse en
pediatría por lo que accedió a la clínica de niños
de Robert Debré (Sedán, Ardennes 1882 - Bicêtre,
1978) en el viejo hospital pediátrico Necker-Enfants
Malades de la Asistencia Pública Nacional. Fun-
dado en 1778, con el nombre de un ministro de
Louis XVI, Jacques Necker por su esposa, allí
descubrió René Laennec (1781-1816) la auscul-
tación mediata (a través de un aparato, sin apoyo
directo del oído) en 1816, como lo advierte una
placa homenaje. Robert Debré, considerado un
pionero de la pediatría moderna francesa y euro-
pea, se llama hoy el mayor hospital de niños de
Francia. Frecuentó también la clínica del doctor
Maurice Lamy (1895-1975), fundador de la genéti-
ca médica en Francia. Para Lamy, que fue alumno
de Robert Debré y ejercía en Necker desde prin-
cipio de los años 40s, le fue creada por la Facul-
tad de Medicina la primera Cátedra de Genética
Médica en 1951.
Para poder ejercer la práctica médica en Francia,
obtuvo Mañé la autorización como Assistant
Étranger des Hôpitaux de París.
Hizo una pasantía por el servicio del pediatra sui-
zo Guido Fanconi (1892-1979) en el Kinderspital
(Hospital de Niños) de la Universidad de Zürich.
Fanconi es considerado también uno de los fun-
dadores de la pediatría moderna; reconoció la
importancia de la bioquímica y la siología en la
clínica médica, pues tenía formación como bioquí-
mico. Describió muchas enfermedades de base
hereditaria que llevan su nombre. Su tratado de
pediatría en dos volúmenes, traducido a muchos
idiomas, fue durante largo tiempo el libro en el que
se formaron muchas generaciones de pediatras;
algunos tuvieron la ocasión, además, de estar
con él en el hospital donde ejerció durante toda
su vida. Uno de ellos fue Fernando Mañé.
Todavía tuvo tiempo durante su estadía parisina
para una pasantía en el Laboratorio de la Evolu-
ción de los Seres Organizados dependiente de la
Facultad de Ciencias de la Universidad de París,
la Sorbonne donde pudo trabajar en la anato-
mía y embriogenia de los animales inferiores,
completar de primera mano la fascinante teoría
de la evolución esquemáticamente adquirida en
Montevideo, observar las colecciones de todos
los grupos zoológicos, conocer los procedimien-
tos técnicos más utilizados para la investigación
y la forma en que se desarrollaba la enseñanza
Salud Mil 2019; 38(2):8-19
Fernando Mañé Garzón
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práctica, que le servirían para su carrera zooló-
gica y docente en Uruguay. Ejercía allí Pierre-Paul
Grassé (Périgheux, Dordoña, 1895 - París 1985).
Doctor en Ciencias Biológicas, fue profesor de
Zoología en 1941 y en 1944 pasó a ser titular de
la cátedra de Evolución de los Seres Organizados
de la Universidad. Tuvo una doble especialidad
en zoología, pues su vida la dividió entre la proto-
zoología y la entomología. Recuérdese que Mañé
publicó trabajos en protozoología.
Así que con ancestros médicos, frecuentación del
ambiente de biólogos uruguayos, especialización
en pediatría y vocación en la zoología, fue natural
que al retorno al Uruguay (1956) iniciara una do-
ble carrera, pediátrica y zoológica.
El pediatra
Ejerció su profesión con un raro, más bien excep-
cional uso del sentido común. Proclive a los juicios
rotundos podía sentenciar ¡Prevenir la anemia del
lactante con gotas de hierro! ¡No, darle morcillas!
Frente al desborde tecnológico, abrumador, creó
un síndrome: “Le-pedí-Lo-pasé”, es decir le pedí
estudios de todo tipo y lo pasé para que otro mé-
dico se hiciera cargo del problema. Ejemplicaba
así la displicencia, falta de compromiso con el pa-
ciente y fatuidad médica. Al punto de armar “en
la medicina hoy hay mucho lumpen, muchos mé-
dicos que no son médicos sino cualquier cosa”.
Su ayudante, Sandra Burges en comunicación
personal nos recordó el origen de esa expresión:
“la tomó de un médico que visitó el Departamento
de Historia en busca de bibliografía; cuando se
retiró, comentó sorprendido ¡qué te parece, dijo
que hay colegas lumpen!. Le gustó la expresión,
tal vez ejemplicadora de un intelecto paupérrimo
y la volcó al reportaje. Creo que sentía realmente
la existencia de mucha pobreza en la profesión.
Juicios como éste no le granjearon por supuesto
simpatía, más no erosionaron la admiración que
de todas formas despertó.
En medicina, desde practicante interno, concursó
todos los grados docentes en pediatría. Asistente
de Clínica Pediátrica, ex-jefe de Clínica grado II,
1957; Profesor Adjunto grado III, 1964; Profesor
Agregado grado IV, 1971. Su especialidad fue la
neonatología, pero fue un pediatra integral. Lle-
gó tardíamente a ser profesor director grado V de
Clínica Pediátrica de la Facultad de Medicina de
Montevideo (1985). Fue por años pediatra del hoy
desaparecido Hospital Pedro Visca, donde ejer-
cía quien consideró su maestro, el profesor José
María Portillo (Burdeos, Francia 1911 - Montevideo
2012), a través del cual continuó la escuela pediá-
trica iniciada por Luis Morquio (Montevideo, 1867-
1935). El Hospital de niños “Dr. Pedro Visca” (Arq.
Juan Tosi) se fundó en 1922 en la órbita de la
Asistencia Pública Nacional, sobre la antigua “En-
fermería Larrañaga” para los huérfanos y expó-
sitos del Asilo. Funcionó como hospital de niños
hasta 1983 cuando se procedió al cierre y traslado
de todos sus servicios al Hospital Pereira Rossell.
El profesor Portillo hizo su historia y el profesor
Mañé trató infructuosamente de salvaguardar el
edicio como patrimonio de la historia de la medi-
cina nacional.
En el Hospital de Clínicas “Dr. Manuel Quintela”,
ya Profesor Agregado (1971) se hizo cargo de
la neonatología de la Clínica Ginecológica “B”
del profesor Juan José Crottogini (Fray Bentos,
Uruguay 1908 - Montevideo, 1996), creando allí
un verdadero Servicio Neonatológico de alta do-
cencia que dirigió hasta ser nombrado Profesor
Director grado V de Clínica Pediátrica (1985).
Fue Director médico pediatra de la Dirección Ge-
neral de la Seguridad Social del Banco de Previ-
sión Social (1973) y del Centro de Asistencia del
Sindicato Médico del Uruguay (gura 2).
Ejerció en Uruguay la genética clínica con la ge-
netista de la Facultad de Humanidades y Ciencias
Reneé Kolski (1934-2015), quien se desempeña-
ba en el Laboratorio de Genética liderado por el
profesor Ing. Constancio Lázaro. Fue Mañé uno
de los pediatras pioneros que contribuyó a des-
terrar el concepto de “enfermedad rara” a la pa-
Publicación de la D.N.S.FF.AA.
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tología de raíz genética y citogenética, como lo
advirtió en el prólogo al primer volumen de Acta
Genética et Teratológica, del cual fue editor, pu-
blicación comenzada en 1991 y lamentablemente
no continuada.
Profesor Emérito de la Facultad de Medicina
(1990) y Académico de la Academia Nacional de
Medicina (1998).
Hasta el año 2009 reconocía la autoría de 350 tra-
bajos de temas cientícos y 20 libros, cuya serie
histórica inició con Pedro Visca. Fundador de la
Clínica Médica en el Uruguay. Inseguro de com-
pletar lo que sería luego la saga historiográca
nacional, en el Pedro Visca plasmó toda la histo-
ria médica nacional de la segunda mitad del siglo
XIX y comienzos del siglo XX. Es en mi criterio, el
mejor de sus libros. Seguramente a su muerte, el
número de contribuciones éditas se hubo incre-
mentado considerablemente. No se ha estudiado
aún la totalidad de su bibliografía en libros, artícu-
los de revista, entrevistas e inéditos, aunque pue-
de consultarse en el sitio web de la Universidad
de la República.
El zoólogo
Fue profesor titular del Laboratorio de Zoología
Invertebrados (1966 a 1985) que funcionó en la
primera sede de la Facultad de Humanidades y
Ciencias (FHC) de Montevideo, en el segundo
piso del ex Hotel Nacional (Ing. Arq. Juan Tosi,
1888), imponente edicio de la calle Cerrito 731,
hoy en estado ruinoso.
La FHC se había creado por la ley 10.658 del 9
de octubre de 1945 dentro de la Universidad de
la República, como una Facultad a la que se le
atribuyó como nalidad esencial «la enseñanza
superior no profesional e investigación en lo-
sofía, letras, historia y ciencias». En 1990, las
ciencias naturales y exactas pasaron a la Facul-
tad de Ciencias.
En aquel edicio de la calle Cerrito ya deteriora-
do se instaló la FHC en 1947 hasta la evacuación
por riesgo de derrumbe en 1976. Ocupó las aulas
que abandonó la Facultad de Arquitectura que se
trasladó a sus nuevas dependencias, y convivió
todavía por algún tiempo con la de Ingeniería. Co-
menzó sus cursos de licenciatura en 1948, entre
ellos los de Ciencias Biológicas. La Cátedra de
Biología General y Experimental fue regenteada
por el Prof. Rodolfo Tálice (1899-1999), quien co-
menzó sus clases en el Instituto de Higiene, donde
era el Profesor de la Cátedra de Historia Natural
Médica y Parasitología. Su lección inaugural -pre-
cedida por la presentación del Prof. Clemente
Estable- fue publicada en el Nº 1 de la Revista
de la FHC. A lo largo de la década de los 50s y
mediante nuevos recursos presupuestales se ins-
talaron nuevos centros de investigación biológica,
como el Laboratorio de Zoología Invertebrados.
Ese laboratorio (pomposamente llamado Cáte-
dra) fue dirigido por el maestro en zoología de
Mañé, el médico Ergasto H. Cordero (1890-1951).
A su muerte y por concurso, accedió Luis Pedro
Barattini (1903-1965) que la desempeñó también
hasta su fallecimiento. Fue entonces reemplaza-
do por Mañé Garzón. Éste orientó su línea de
investigación a la parasitología, bioquímica y en-
docrinología comparadas. Con su discípulo, Raúl
Montero describió un nuevo invertebrado del lo
Mesoneurophora que alegremente llamaban “el
bicho”. Desconocemos porqué abandonó la -
tedra en 1985.
Tuvo actividad en el Museo de Historia Natural de
Montevideo. Fue Subdirector y Jefe de la Sección
Figura 2. En su estudio (Arch. Sind. Méd. Uruguay).
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Fernando Mañé Garzón
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Zoología e integró la Comisión de Amigos del Mu-
seo con otros distinguidos naturalistas (gura 3). Su
pasaje por el Museo le deparará un trago amargo.
Varios médicos ocuparon la dirección del Museo a
partir de José Arechavaleta, que lo fue entre 1890
y 1912, año de su fallecimiento. La serie la ini-
ció Garibaldi J. Devincenzi (1912 a 1942), médico
que dedicó todos sus esfuerzos al inventario de
los vertebrados en Uruguay, y fue cirujano en el
Hospital Maciel, integrante del primer cuarteto
de guardia de cirugía de urgencia, grupo pione-
ro al cual Mañé dedicó un libro, El cuarteto de
urgencia. Historia de la cirugía de urgencia en el
Uruguay 1902-1952.
Le siguió Ergasto Héctor Cordero (1942 a 1951
por fallecimiento), médico impulsor de los estu-
dios sobre invertebrados -especialidad que cultivó
Mañé- y a quien recordó un año después de su
muerte en la revista argentina Ciencia e Investiga-
ción y con una extensa nota necrológica en un nú-
mero especial de las Comunicaciones Zoológicas
del MHNM. Ambos trabajos lo fueron en coauto-
ría con Grunwaldt Ramasso. Ergasto Cordero fue
el iniciador de la importante serie Comunicacio-
nes Botánicas y Comunicaciones Zoológicas del
Museo de Historia Natural de Montevideo donde
Mañé publicó varios trabajos.
Carlos Ma. Diego Legrand (1901-1982) fue direc-
tor entre 1951 a 1970; no era médico sino un estu-
dioso de la botánica (Jefe de la Sección respectiva)
que alcanzó fama internacional. Durante su jefatu-
ra Mañé fue nombrado Subdirector (1952-1970).
En 1970 fue designado Director Miguel A.
Klappenbach (entre 1970 a 1984 por jubilación),
zoólogo especializado en moluscos y anbios.
Ante su nombramiento Mañé se retiró frustrada
su aspiración al cargo. Klappenbach (1920-2000)
fue además designado Decano durante la inter-
vención de la FHC entre 1974 y 1984.
El Dr. Héctor Osorio (1928-2016) médico y
botánico, siguió a Klappenbach entre 1985 y 1997.
Mañé fue cofundador de la Sociedad de Zoolo-
gía, surgida en el ámbito del Departamento de
Zoología Vertebrados de la FHC y del Museo de
Historia Natural de Montevideo. La reunión inau-
gural en julio de 1961 en la FHC dio lugar a la
elección de autoridades en noviembre, resultan-
do electos el Prof. Raúl Vaz-Ferreira (1918-2006)
como presidente y Fernando Mañé Garzón como
vice. Tuvo una publicación cientíca, el Boletín.
En 1974 se interrumpieron las actividades hasta
el 25 de junio de 1981 en que se constituyó la
Sociedad Zoológica del Uruguay (segunda época).
Publicó en nuestro país investigaciones zoológi-
cas en las Comunicaciones Zoológicas del Museo
de Historia Natural, en el Boletín de la Sociedad
de Zoología, en la Revista de la Sociedad
Uruguaya de Entomología, y en la Revista de
Biología del Uruguay editada por la Universidad
de la República-FHC.
Con el abandono del Museo de Historia Natural
en 1970 y del Laboratorio de Zoología Invertebra-
dos de la FHC en 1985, Fernando Mañé Garzón
nalizó su larga docencia en zoología. Estaría
desde entonces dedicado por entero a su profe-
sión médica y a la historia de la medicina.
El historiador. La Sociedad Uruguaya
de Historia de la Medicina
Aunque no fue su fundador integró el grupo inicial
de la Sociedad Uruguaya de Historia de la Medi-
cina (SUHM). Ésta se fundó en Montevideo el 8
de setiembre de 1970 a instancias de los Dres.
Figura 3. Amigos Museo Hist. Nat. 1952, sentado extrema
derecha (Arch. Alvaro Mones).
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Fernando Herrera Ramos (1902-1991) y Ruben
Gorlero Bacigalupi (1915-1989).
El primer Curso Libre de Historia de la Medicina de
1986 se organizó por la SUHM con el patrocinio
de la Facultad de Medicina, que hubo aprobado la
participación de la Sociedad el 17 de diciembre de
1985. Fue destinado a estudiantes, graduados e
“interesados”. Ese año se había reiniciado la vida
institucional de la República y cesado la interven-
ción de la Facultad. El auditorio fue el Anteatro
Maggiolo del Departamento de Fisiología.
Ese curso ocupó dos semestres. El primero, “Me-
dicina no nacional”, se extendió de mayo a julio
según el Programa que se difundió en una hu-
milde hoja suelta mimeograada. La clase inau-
gural la dictó el Prof. Em. Dr. Washington Buño
(Montevideo, 1908-1990) y el Dr. Mañé se en-
cargó de “La medicina en el siglo XIX” y dirigió el
Coloquio “La medicina latinoamericana en el siglo
XIX”. El segundo semestre, “Medicina nacional”
transcurrió entre agosto y noviembre, con 15 ca-
pítulos. Los disertantes fueron todos miembros de
la SUHM.
El Dr. Mañé fue varias veces electo presidente de
la SUHM y como tal comenzó la publicación de
su revista (Sesiones) con su ayudante de clase
Br. Juan Ignacio Gil (continuado luego por la Br.
Sandra Burgues), revista que constituye la princi-
pal fuente édita de la investigación histórico mé-
dica en el Uruguay. El primer volumen, de factura
artesanal fue editado en 1986 con las comunica-
ciones rescatadas de los años 1970 a 1979. Como
nota original y propia de Mañé, lleva un índice al-
fabético de nombres que ocupa seis páginas. Hoy
esa revista supera los 30 volúmenes.
A la muerte del Prof. Em. Dr. Washington Buño
en 1990, el Dr. Mañé se convirtió en el alma de la
SUHM. La organización de las sesiones acadé-
micas por él diseñada casi treinta años atrás, se
mantiene en la actualidad.
Al cumplirse los 40 años de fundada la Sociedad
(diciembre de 2010) el Dr. Mañé y el que escribe
esta reseña fueron designados Miembros de Ho-
nor al ser los dos iniciadores aún vivos de aquel
grupo pionero (gura 4).
La presencia de Mañé fue ritual en todas las se-
siones del primer martes de cada mes entre mar-
zo y diciembre. Dejó de concurrir cuando física-
mente estaba ya muy discapacitado.
La Sección (Departamento) de Historia de la
Medicina. Facultad de Medicina
La docencia en historia de la medicina se inició
ocialmente y en forma continuada en 1988. En
ese año se dictó el Primer Curso Libre organiza-
do ahora por la Facultad, ya a cargo del Prof. Dr.
Fernando Mañé Garzón, designado por el Con-
sejo, y no por la SUHM.
Cómo llegó a poseer el modesto y oscuro des-
pacho actual en el subsuelo de la Facultad, un
depósito de libros descartados pertenecientes a
la biblioteca, es de antología y revela la poca im-
portancia que la Facultad otorgó a esa docencia.
Así lo recuerda su ayudante Sandra Burgues que
me lo comunica personalmente: “Cuándo el profe-
Figura 4. Con el autor, Miembros de Honor SUHM, 7 de
diciembre de 2010 (Arch. Sandra Burges).
Salud Mil 2019; 38(2):8-19
Fernando Mañé Garzón
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sor Mañé empezó no tenía siquiera un lugar para
trabajar. Después que asistí al Curso de 1988, al
siguiente año me invitó a colaborar y continuar
a la vez estudiando. Me citó a la biblioteca de la
Facultad, al fondo de la Sección Revistas Latinas
donde la directora, la licenciada Stella Launy le
había cedido un escritorio y un lugarcito en el últi-
mo salón de esa Sección (gura 5). Allí, una esca-
lera permitía ascender a la torre, repositorio de un
tesoro bibliográco para los adictos a la historia,
pues se guardaban antiguas colecciones de revis-
tas y tesis médicas latinas. En esa torre buscaba
bibliografía que me recomendaba leer o me pedía
le ubicara. Así empezó la lista de publicaciones
nacionales que años más tarde cristalizaría en un
libro editado por ambos. Todo el año 1989 estuvo
trabajando en esas condiciones y en 1990 la
licenciada Launy le cedió el local del subsuelo
donde actualmente se ubica el Departamento de
Historia de la Medicina. Ocupado por estanterías
para el material impreso que desbordaba los depó-
sitos de la biblioteca, sin lugar ni para un escritorio,
se nos autorizó su acondicionamiento. Trabajamos
a todo pulmón el profesor, Juan Ignacio Gil, yo y
algunos estudiantes que cursaban la disciplina. Así
fue la instalación de la Sección, luego Departamen-
to de Historia de la Medicina de nuestra Facultad”.
Doy fe de lo que nos relataba la Dra. Burgues,
pues antes de la instalación de Mañé, conocí ese
depósito (que esa es la verdadera denición) don-
de el material impreso, que ya no cabía en es-
tanterías se acumulaba en el piso formando una
pirámide. Previendo su cruel destino, la destruc-
ción o la dispersión, rescaté allí un libro que me
llamó la atención: su lomo, en cuero, decía “La
Estrella del Sur Dr. Eduardo Blanco Acevedo”.
Era la edición facsimilar por el Instituto Histórico
y Geográco del Uruguay del primer periódico
que circuló en nuestro territorio, el bilingüe “The
Southern Star-La Estrella del Sur” publicado por
el ocupante británico en 1807. Había pertenecido
encuadernado a la biblioteca del doctor Eduardo
Blanco Acevedo, miembro de aquel Instituto.
Pues bien, allí se instaló la Sección Historia de la
Medicina hasta el presente. Fue secundado por
ayudantes de clase (llamado a méritos, interinos)
nanciados con rubros extrapresupuestales. El
primero fue el Br. Juan Ignacio Gil Solares. La se-
gunda, la Br. Sandra Burgues Roca (luego Asis-
tente).Y actualmente la Br. Mariángela Santurio.
Como “Encargado” honorario de la Sección (lue-
go Departamento) de Historia de la Medicina de
la Facultad, Mañé Garzón desde 1988 hasta su
fallecimiento en 2019 dictó anualmente el Curso
de Historia de la Medicina en dos semestres, con
el esquema de aquel Curso Libre de la SUHM.
Logró establecer la continuidad del curso y superó
así el fracaso del Prof. Em. Washington Buño que
había gestionado durante su presidencia de la
SUHM ante el Consejo de la Facultad el reconoci-
miento de la enseñanza de la historia de la medi-
cina en forma curricular. Hoy, integra el curriculum
de estudios y genera créditos para la graduación.
Finalizado el primer año de la Sección, elevó con
su ayudante de clase Juan Ignacio Gil, un porme-
norizado informe al Consejo de la Facultad que se
inicia con estas palabras: “Por primera vez, a par-
tir del mes de abril de 1988, se ha organizado en
la Facultad de Medicina una Sección dedicada a
la docencia, investigación, asesoramiento, archi-
Figura 5. En el Dpto. de Historia, Facultad de Medicina
(Arch. Sandra Burges).
Publicación de la D.N.S.FF.AA.
16
vo y extensión cultural en Historia de la Medicina”.
A éste siguieron sucesivos informes anuales que
constituyen una valiosa documentación histórica.
Fue Profesor honorario de historia de la medicina
en la Facultad de Medicina del Centro Latinoame-
ricano de Economía Humana (CLAEH) en Punta
del Este.
El bibliólo y humanista
Era un buscador y atesorador incansable de bi-
bliografía y documentos. Por su sagacidad, en-
contró en la biblioteca del ingeniero Lucio Cáceres
Behrens un volumen encuadernado que contenía
un manuscrito perteneciente a nuestro primer mé-
dico académico, Teodoro Miguel Vilardebó (1803-
1857, cofundador del Instituto Histórico y Geográ-
co del Uruguay y acionado naturalista) donde
llevaba cuenta de su estadía en París (primer ter-
cio del siglo XIX) y de su asistencia al primer curso
del siólogo francés Claude Bernard (1813-1878).
Publicó Mañé el manuscrito con un prólogo del pro-
fesor de siología uruguayo Héctor Mazzella (1917-
2015) que contenía un análisis crítico del primer
curso experimental dictado por Claudio Bernard al
cual hubo asistido Vilardebó. Le siguió la biografía
del médico que Mañé publicó en un volumen por
separado. Ambas publicaciones constituyen obra
histórica de valor internacional.
De igual forma, logró entrar en relación con el di-
rector del Instituto de Investigaciones Históricas
Emilio Ravignani de la Facultad de Filosofía y
Letras de Buenos Aires, Juan José Chiaramonte,
quien le facilitó la consulta y ulterior microlm del
Diario de Historia Natural 1808-1824, manuscrito
del presbítero uruguayo Dámaso Antonio Larrañaga
(Montevideo, 1771-1848) ubicado años antes por el
historiador y director del Museo Hisrico Nacional
Juan Pivel Devoto (1910-1997). Dio noticia preli-
minar en la revista Cuadernos de Marcha agre-
gando un inédito Diario del presbítero a la Villa
de la Florida en 1813. Considerado el más impor-
tante de sus escritos, por años perdido, el Diario
de Historia Natural dio lugar recientemente a su
edición ocial en Montevideo en dos volúmenes
en la Biblioteca Artigas, Colección de Clásicos
Uruguayos del Ministerio de Educación y Cultura.
Colector de obras torresgarcianas, fue amigo ín-
timo del hijo del Maestro Torres García, Augusto
Torres (1913-1992). Así lo recuerda en su libro
Olvidos atraviesa el recuerdo: “Recorrimos mu-
chos caminos juntos desde aquel París de los
años 1950, en su taller de la rue Daguerre (aufon-
dd’un marché), luego de la rue Delambre, Pont du
Maine, el boulevard Montparnasse,
los paseos
a Saint-Germain-en-Laye, casa natal de Claude
Debussy, exposició
n retrospectiva de su padre en
el Muséed’Art Moderne [cuyas obras se destruye-
ron en el incendio del Museo de Arte Moderno de
Río de Janeiro, entre ellas los murales del Pabellón
Martirené del Hospital Saint Bois de Montevideo,
nota de ASL], nuestras esposas Elsa [Andrada]
y Elenita [Lezica Vaeza], en nuestro apartamento
de la rue Dangeau, las tertulias dialogadas en arte,
poesía, la reexión sobre Velázquez, los pintores
más sentidos como Cézanne. Recuerdo siempre
sus anécdotas sobre Pablo Picasso en Barcelona,
seguido por un séquito de admiradores o snobs,
al visitar al escultor González, exposiciones en el
QuartierLatin, rue Bonaparte, rue de Saint-Péres,
una reprise de Molière en la Place Furstenberg.
Pero nada igualaba su mágica admiración por
Rembrandt en cuyos cuadros se extasiaba tanto
en París, como en Londres, Amsterdam y Nueva
York. Augusto hacía vivir el arte, a su inujo éste co-
braba una dimensión tan diáfana como ecuménica”.
Fue habitué de tertulias en librerías de viejo de
Montevideo: Oriente y Occidente de Julio Moses
en la calle Cerrito; Librería Anticuaria Americana
de Adolfo Linardi, en la calle Juan Carlos Gómez;
en Altazor, del Prof. Diego González Gadea en la
calle Colonia, casi Magallanes, adonde concurría
los sábados en la mañana.
Alternó en esos ambientes saturados del olor al
papel envejecido con Juan Pivel Devoto (también
en su domicilio de la calle Ellauri), del cual tal vez
aprendió a redactar esos valiosos índices ono-
Salud Mil 2019; 38(2):8-19
Fernando Mañé Garzón
17
másticos tan infrecuentes en nuestra bibliografía
(“toda obra debe tener un índice de nombres”);
con Vicente Cicalese, profesor de latín en la Facul-
tad de Humanidades que le infundió la pasión por
esa lengua muerta (“todo médico debería saber
latín”), con Julio Carlos Martell, Juan Fló y otros.
La suya fue una impresionante biblioteca. Parcial-
mente vendió en remate de la Casa Gomensoro su
colección americanista. Recuerdo de ella, la colec-
ción completa del periódico del gobierno del Cerrito
El Defensor de la Independencia Americana (1844-
1851) y un curioso y raro ejemplar de lotería de
cartones en cuyo reverso lucían versos del poema
de José Hernández Martín Fierro.
En el Instituto Histórico y Geográco
del Uruguay
El Instituto Histórico y Geográco del Uruguay es la
corporación académica más antigua del país. Fue
fundada para el estudio y la difusión pública de la
historia y la geografía en su más amplia acepción
por Andrés Lamas y Teodoro Miguel Vilardebó el
25 de mayo de 1843, en plena Guerra Grande.
Fernando Mañé perteneció a ese Instituto.
Tengo referencias de un primer período como
Miembro del Instituto, pero no estando disponi-
bles las actas no puedo precisar fecha de ingreso
ni causa de su renuncia.
Reingresó en el año 2002, aprobado por la Comi-
sión Directiva el 27 de agosto, como Miembro de
Número Nº 32 ocupando el sillón Teodoro Miguel
Vilardebó, el médico cofundador del Instituto. En
el año 2003 dictó la conferencia de rigor por su
reingreso (22 de julio), Alcides D’Orbigny (1801-
1857) en la historia de la ciencia y en particular en
la de la América Meridional.
En el tomo XXX de la revista del Instituto, co-
rrespondiente al año 2008, publicó una Breve
historia de la medicina en el Uruguay, con una
extensa bibliografía de 179 referencias. Se tra-
ta de un estudio de accesible lectura para todo
interesado en la historia de la ciencia nacional.
Recuerdo personal del Maestro
Algo anticuado en su atuendo médico, se calzaba
un birrete blanco como acostumbraban los médi-
cos franceses (gura 1).
Era el terror del alumnado. “Viene Mañé! Me pre-
sento al segundo llamado!” decían los estudiantes
al verlo acercarse a la mesa de examen de Clínica
Pediátrica porque sus preguntas eran en general
bastante exóticas, sobre temas no habituales de
estudio. Recuerdo una: “alcaptonuria”.
Siempre de riguroso traje con chaleco, pañuelo
al bolsillo, camisa con corbata (a veces moñita),
cuello y puños almidonados con gemelos. En
oportunidades un sombrero; nunca bastón (“sólo
en Punta del Diablo”, me decía, al recorrer las ro-
cas). Lo necesitó al nal de sus días.
No le oí hablar de temas político-partidarios. Pien-
so que era afín al pensamiento de izquierda, de
un socialismo democrático. Pero no extremista
(no fue molestado por la intervención de la Fa-
cultad). Me sorprendí al leer una entrevista en
el año 2012: “La Facultad de Medicina pasó por
un período muy bueno, con grandes profesores
que permanecieron muchos años. Ese espíritu
se mantuvo gracias a un grupo de docentes sin
partido político que llamábamos <los libertarios>.
Para el ingreso de una persona lo único que va-
lía eran sus méritos. Eso desapareció. Hoy en día
gana el comunista. Hoy en día la conducción de
la Universidad de la República está en manos de
comunistas, pues tienen un poder impresionante”.
Creo que si las autoridades universitarias hubie-
ran leído ese reportaje, hubieran pensado dos
veces al concederle el título de Profesor Emérito.
Llamaba silvestres a las personas iletradas o
toscas. No dejaba de asistir a los velatorios de
sus conocidos.
Bromista, amante de las anécdotas, era un surti-
dor de éstas, incluso picantes.
En su humilde despacho del Departamento de
Historia de la Medicina, una ruina, se calzaba un
Publicación de la D.N.S.FF.AA.
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gastado y agujereado saco de lana, y gustaba de
hacerse servir un té, colaborando con galletitas (o
tortas fritas que le preparaba su mucama de toda la
vida, “Lala”). No fumaba y no abusaba del alcohol.
Generoso, me regaló autograados, todos sus
libros. Algunos los presenté en la Sociedad de
Historia con un comentario, por supuesto… me
leí por entero cada uno de ellos.
Asistía a las operaciones de sus enfermos. Reco-
nocía que nunca había visto operar con tanta des-
treza y limpieza a un cirujano de niños como al Dr.
Rodolfo Saccone Erosa (tío carnal de mi esposa).
No recuerdo que haya rechazado una invitación
a dar conferencias o dictar un curso, así fuera en
una Sociedad Cientíca, o en un Instituto de En-
señanza. Era un docente nato y generoso.
No manejaba máquina de escribir y menos un
ordenador. Escribía un manuscrito y el borrador
era pasado en limpio por su secretaria (su hija
Teodelina). Lo corregía y nueva transcripción. Y
así varias veces.
Despachaba cartas en papel membretado a sus
colaboradores, con pedidos o noticias sobre ha-
llazgos bibliográcos.
Cuando se sintió desplazado o traicionado, guar-
dó rencor hasta su muerte. Así sucedió con el
Museo de Historia Natural de Montevideo, postu-
lante obligado a una frustrada dirección, al cual
no volvió a mencionar en su vida.
Murió pacícamente en su residencia -quinta del
barrio Jacinto Vera-, calle Juan Paullier y Bulevar
Artigas, obra del arquitecto Walter Pintos Risso.
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