
Publicación de la D.N.S.FF.AA.
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vo y extensión cultural en Historia de la Medicina”.
A éste siguieron sucesivos informes anuales que
constituyen una valiosa documentación histórica.
Fue Profesor honorario de historia de la medicina
en la Facultad de Medicina del Centro Latinoame-
ricano de Economía Humana (CLAEH) en Punta
del Este.
El bibliólo y humanista
Era un buscador y atesorador incansable de bi-
bliografía y documentos. Por su sagacidad, en-
contró en la biblioteca del ingeniero Lucio Cáceres
Behrens un volumen encuadernado que contenía
un manuscrito perteneciente a nuestro primer mé-
dico académico, Teodoro Miguel Vilardebó (1803-
1857, cofundador del Instituto Histórico y Geográ-
co del Uruguay y acionado naturalista) donde
llevaba cuenta de su estadía en París (primer ter-
cio del siglo XIX) y de su asistencia al primer curso
del siólogo francés Claude Bernard (1813-1878).
Publicó Mañé el manuscrito con un prólogo del pro-
fesor de siología uruguayo Héctor Mazzella (1917-
2015) que contenía un análisis crítico del primer
curso experimental dictado por Claudio Bernard al
cual hubo asistido Vilardebó. Le siguió la biografía
del médico que Mañé publicó en un volumen por
separado. Ambas publicaciones constituyen obra
histórica de valor internacional.
De igual forma, logró entrar en relación con el di-
rector del Instituto de Investigaciones Históricas
Emilio Ravignani de la Facultad de Filosofía y
Letras de Buenos Aires, Juan José Chiaramonte,
quien le facilitó la consulta y ulterior microlm del
Diario de Historia Natural 1808-1824, manuscrito
del presbítero uruguayo Dámaso Antonio Larrañaga
(Montevideo, 1771-1848) ubicado años antes por el
historiador y director del Museo Histórico Nacional
Juan Pivel Devoto (1910-1997). Dio noticia preli-
minar en la revista Cuadernos de Marcha agre-
gando un inédito Diario del presbítero a la Villa
de la Florida en 1813. Considerado el más impor-
tante de sus escritos, por años perdido, el Diario
de Historia Natural dio lugar recientemente a su
edición ocial en Montevideo en dos volúmenes
en la Biblioteca Artigas, Colección de Clásicos
Uruguayos del Ministerio de Educación y Cultura.
Colector de obras torresgarcianas, fue amigo ín-
timo del hijo del Maestro Torres García, Augusto
Torres (1913-1992). Así lo recuerda en su libro
Olvidos atraviesa el recuerdo: “Recorrimos mu-
chos caminos juntos desde aquel París de los
años 1950, en su taller de la rue Daguerre (aufon-
dd’un marché), luego de la rue Delambre, Pont du
Maine, el boulevard Montparnasse,
los paseos
a Saint-Germain-en-Laye, casa natal de Claude
Debussy, exposició
n retrospectiva de su padre en
el Muséed’Art Moderne [cuyas obras se destruye-
ron en el incendio del Museo de Arte Moderno de
Río de Janeiro, entre ellas los murales del Pabellón
Martirené del Hospital Saint Bois de Montevideo,
nota de ASL], nuestras esposas Elsa [Andrada]
y Elenita [Lezica Vaeza], en nuestro apartamento
de la rue Dangeau, las tertulias dialogadas en arte,
poesía, la reexión sobre Velázquez, los pintores
más sentidos como Cézanne. Recuerdo siempre
sus anécdotas sobre Pablo Picasso en Barcelona,
seguido por un séquito de admiradores o snobs,
al visitar al escultor González, exposiciones en el
QuartierLatin, rue Bonaparte, rue de Saint-Péres,
una reprise de Molière en la Place Furstenberg.
Pero nada igualaba su mágica admiración por
Rembrandt en cuyos cuadros se extasiaba tanto
en París, como en Londres, Amsterdam y Nueva
York. Augusto hacía vivir el arte, a su inujo éste co-
braba una dimensión tan diáfana como ecuménica”.
Fue habitué de tertulias en librerías de viejo de
Montevideo: Oriente y Occidente de Julio Moses
en la calle Cerrito; Librería Anticuaria Americana
de Adolfo Linardi, en la calle Juan Carlos Gómez;
en Altazor, del Prof. Diego González Gadea en la
calle Colonia, casi Magallanes, adonde concurría
los sábados en la mañana.
Alternó en esos ambientes saturados del olor al
papel envejecido con Juan Pivel Devoto (también
en su domicilio de la calle Ellauri), del cual tal vez
aprendió a redactar esos valiosos índices ono-